Agosto, 2022
Este año fue menos de lo que creí y más de lo que esperaba.
En su momento decidí conocer mi futuro a través del Tarot —nómbrese el arte de adivinar qué chingao va a pasar en el porvenir de la Mar — . Desde niña estuve cerca de adultos que buscaban dar certeza a su camino y sus decisiones. Para mí es, y ha sido, de lo más normal interpretar y dar certeza a mis decisiones a través de una leída de cartas.
Ahí es dónde, quizás, comenzó la necesidad de conocer lo que depara la vida y tener un plan estructurado para cuando esas situaciones suceden. Eso y que en el fondo soy una perfeccionista y control freak que, con ayuda de mis grandes maestras — nómbrese mi abuela y mamá, la psicóloga y la canija y perra vida — estoy (re)aprendiendo a soltar. Paso a paso, I guess.
Para mi sorpresa, poco o nada de lo que se me interpretó en esa plática sucedió. Curiosamente, la persona mencionó que debía soltar para ser o ser para soltar. Echando un poco de Yoda por ahí, porque salí de la charla igual a como entré: con más dudas.
Graciosamente (o al menos ahora lo veo con esos lentes), este año me está permitiendo, con sus buenas dosis de tomatazos autoinflingidos, soltar.
Y uno podría pensar: ‘Güey, soltar es lo más; disfruta’. Como todo en la vida, una jamás está preparada pa’ hacerlo hasta que simplemente sucede. Verás, soy la típica Tauro; aquella morra que le gusta tener todo estructurado, detallado e identificado hasta lo más recóndito, ¿y así quieren que suelte? ¡Ja!
Sin embargo, si creo que la vida tiene una forma bella, singular y muuuuy chingaquedito de darte una revolcada pa’ que aprendas a soltar lo que no es para ti. Es bella y certera la cabrona.
Soltar es díficil. En las últimas semanas me inundan pensamientos respecto a si he tomado las decisiones correctas a nivel individual e profesional. Por ejemplo, si estoy en donde quiero estar (en ambos niveles); sin saber exactamente qué quiero, porque genuinamente me gusta ser una amalgama de gustos, sabores e intereses).
La neta es que al menos hoy, siento que estoy (re)aprendiendo a ser más paciente y comprensiva con la Marecito. Y si estás leyendo esto, quiero que sepas que ahí vamos, mana. Estamos soltando poco a poco todo aquello que no es para nosotras, aquello que no supimos decir ¡NO! en su momento y sobre todo, aquello que nos estaba haciendo daño.
Algunas de las cosas que me siento orgullosa de contarte es que soltamos un trabajo que no nos hacía feliz (por fiiiiin); estamos trabajando nuestra pelea con la comida y tener una vida más sana (no está siendo fácil, pero eres muy fuerte y lo estamos logrando); te estás dedicando a lo que alguna vez una morrita de 15 años se imaginó trabajando en un Silverio, y sobre todo, estás disfrutando cada día con intención.
Soltar, ¡carajo! Qué díficil y qué bello es.